El Metro de la Ciudad de México debe ser una especie de oráculo
mágico o una herramienta del Destino,
pues muchas de las cosas raras que me pasan, suceden precisamente en los
vagones de este transporte. Los vendedores ambulantes, las señoras racistas o
la publicidad; todos ellos casi siempre tienen algo que aportarle a mi día, sea
bueno o malo.
Y es que justamente el miércoles en la tarde que iba camino
a la escuela, ocurrió que un hombre con
discapacidad (tenía inmóvil una pierna y usaba muletas) se subió al vagón en el que me encontraba. Y
casualmente, el asiento reservado para mujeres embarazadas, adultos mayores,
personas con discapacidad, etc., estaba ocupado por un hombre muy corpulento
que se hizo el dormido luego de que vio al hombre entrar al tren.
Así es el letrero de un asiento reservado en el Metro de la Ciudad de México |
De haber ido sentado le hubiera cedido mi lugar, pero me
encontraba parado justo enfrente del otro asiento reservado en el que viajaba una
señora de edad avanzada ¿Y saben qué pasó? La señora se paró del asiento con la
intensión de cederlo al señor con muletas, mientras todos los demás individuos
se hacían de la vista gorda.
Y vaya coincidencia, pues precisamente ese día era 20 de
febrero “Día Mundial de la Justicia Social” y
que mi jefa me haya pedido buscar sobre él. Así que sin pensarlo dos veces
y antes de que el señor tomara asiento dejando de pie a la amable dama, me
dirigí al asiento reservado del amigo corpulento y le pedí de favor que se
levantará. El tiempo se detuvo cuando el sujeto me miró con una cara de pocos
amigos y me dijo cínicamente: “¿Por qué? Si todos somos iguales, ¿no? Quieren
igualdad y luego se quejan”. No me
(inserte aquí una grosería).
No tengo que describir mi cara, los que me conocen la podrán
imaginar. Lo único que le dije fue: “por favor, levántese, dele el lugar
reservado a la señora y busque qué es la justicia social”; y la verdad no sé si fue por la vergüenza que le
dio o porque no me puse altanero con él, pero se paró del asiento y tan sólo
llegamos a la estación, se bajó. Los demás pasajeros dejaron de ignorar lo que
acababa de pasar, pues no todos los días ves que un loco se ponga a levantar a las personas de
sus asientos para dárselo a alguien más y muchos menos a una persona con
discapacidad.
Me molesta sumamente la actitud de las personas, pues cómo
es posible que si ves entrar a una persona que claramente no puede andar sin la
ayuda de algún aparato; una mujer embarazada,; o un adulto mayor; etc.; no
tengas la mínima capacidad de ceder tu lugar o ayudarles en alguna cuestión.
Tampoco es que se les tenga que contemplar como seres frágiles o necesitados de
ayuda ¡no!, pero por alguna razón hay un letrero que dice “reservado”.
Y reitero, no explicaré las causas, consecuencias, daños,
etc., que causa o causó esto en la sociedad y/o en mi persona. Tampoco es que
me sienta o crea alguna especie de buen samaritano, ni voy por la vida ayudando
o defendiendo las causas sociales o a los individuos, como si fuera un superhéroe;
no lo soy, no lo hago, no. Que me siento mejor conmigo mismo, sí. Y que hace
falta educar a la gente, también lo creo.
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